Domingo de la Alegría Cristiana

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Xalapa, Ver.- Hemos llegado ya al tercer domingo de este tiempo del Adviento y la nota dominante que la palabra de Dios destaca es el tema de la ALEGRÍA.

En efecto esta es la palabra que más se repite en las lecturas bíblicas que escucharemos en la liturgia de la Iglesia Católica en este domingo, de ahí que el tercer domingo de Adviento sea conocido como el domingo de la Alegría. En el caso de la corona de Adviento, se enciende la tercera vela que es de color rosa. La alegría se justifica porque ya está muy próxima la Navidad.

En la primera lectura (Is 61, 1-2.10-11), el profeta Isaías habla de un alegre anuncio que será dirigido a los pobres, a los humildes, a los oprimidos y eso provoca como una explosión de júbilo de parte del Profeta: “me alegro en el Señor con toda el alma y me lleno de júbilo en mi Dios porque me revistió con vestiduras de salvación”. Estas palabras preparan a su vez el cántico de la Santísima Virgen María. De ahí que el salmo retome las palabras que María Santísima expresa en el himno que dirige a Dios, “mi espíritu se alegra en Dios mi salvador”. En la segunda lectura (1 Tes 5, 16-24), San Pablo empieza con esta invitación: VIVAN SIEMPRE ALEGRES. El apóstol de los gentiles nos invita a preparar la venida de nuestro Señor Jesucristo y nos exhorta a cultivar tres actitudes fundamentales que deberían ser nuestras actitudes habituales: la alegría constante, la oración perseverante y la acción de Gracias continua. Incluso llega a decir: “esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús sobre ustedes”: Dios quiere que seamos alegres, que oremos y que demos gracias continuamente.

Por su parte el evangelista San Juan (Jn 1, 6-8.19-28), nos ofrece la razón de por qué un Cristiano debe mantenerse siempre alegre. Cuando los fariseos fueron a Juan al Bautista si él era el mesías, Juan dio la razón a la que nos referimos: “En medio de ustedes hay uno al que ustedes no conocen”. Es decir, DIOS ES EL ENMANUEL, ÉL ESTÁ EN MEDIO DE NOSOTROS. El mismo Juan Bautista señala un peligro. Está en medio de ustedes pero no lo conocen. Este es el riego que vivimos en la actualidad, celebrar la navidad pero sin Jesús. Es decir quedarnos sólo en el aspecto comercial de los regalos, las fiestas, los encuentros familiares y dejar afuera a Jesús. Por eso este tiempo de Adviento busca hacernos conscientes de la llegada de Jesús. El centro de la Navidad es el nacimiento de Jesús no hay que olvidarlo. Todo debe girar en torno a esa bella noticia. La llegada de Jesús y su estancia en medio de nosotros es lo que origina la alegría cristiana. El Nacimiento de Jesús es lo que ha inaugurado la presencia continua del Señor; Dios está en medio de nosotros y hay que reconocerlo.

Es por ese motivo que María Santísima exulta de gozo porque sabe que en su interior está presente el verbo de Dios que se ha encarnado; el hijo de Dios que realizará las promesas de salvación hecha a los hombres.

La alegría entonces debe ser un rasgo característico del ser cristiano, una nota de toda persona creyente. Debemos estar siempre alegres, incluso cuando las cosas no suceden como las esperamos. Nosotros los creyentes tenemos una gran razón para esta alegría. Es el hecho de que nuestro Salvador viene, vendrá y se hace presente continuamente. El Adviento es motivo de alegría. Porque la alegría cristiana no es una alegría superficial; se trata de una alegría que inunda el alma y que se expresa en el comportamiento. La alegría cristiana no llega por el hecho de poseer abundantes bienes materiales o terrenales, sino cuando nos damos cuenta de la grandeza de Dios en nuestra vida; la alegría cristiana se vive cuando estamos en comunión con Dios.

En definitiva se es alegre cuando experimentamos la presencia de Dios. Experimentamos la alegría cristiana cuando tomamos conciencia de que somos hijos amados de Dios; cuando experimentamos el perdón divino; porque la reconciliación con Dios nos devuelve la alegría de la salvación.

BUEN DOMINGO!