Por: Enrique Yasser Pompeyo
Este miércoles, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez y la fiscal general Verónica Hernández Giadáns dieron cifras alegres sobre los índices delincuenciales.
En la conferencia de cada semana, hubo autoalabanzas y autohalagos.
Pero más allá de la danza de cifras, la población tiene la última palabra, son los ciudadanos de a pie quienes sufren la inseguridad que prevalece en el territorio veracruzano.
La población que no tiene autos blindados ni guardaespaldas, como dice el clásico, tiene otros datos.
Las familias que en los últimos cinco años han perdido a una hija, a un hijo, a una madre, a un padre, a una hermana o a un hermano, seguramente no estarán de acuerdo con las autoridades de la autodenominada cuarta transformación.
Aquellos veracruzanos a quienes les han secuestrado o asesinado a un familiar, tampoco coincidirán con los números bonitos que se presentaron.
Tampoco se debe olvidar los feminicidios que continúan cometiéndose en la entidad veracruzana.
Aunque la fiscal insista en que disminuyeron, ha sido así porque muchos crímenes contra mujeres los catalogan como homicidio doloso, es decir, no se sigue una perspectiva de género, como lo sugieren organismos internacionales.
¿Quién le cree a Verónica Hernández Giadáns?
Las familias viven entre la incertidumbre y la zozobra, a pesar de que las autoridades nieguen la realidad que sufren los veracruzanos ante la ola de violencia e inseguridad que impera en Veracruz.
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