Por: Gregorio Jácome Moreno
Ocurre pocas veces que un poeta de calidad asuma compromisos políticos, ambas profesiones son de entrada antagónicas, unos expresan la verdad, otros la mentira, aunque si bien es cierto los dos utilizan la palabra para transmitir sus emociones, los políticos en un sentido retórico, mientras que los poetas la enaltecen al punto de desentrañar con ellas la realidad y encontrar el éxtasis a través de la metáfora. Por eso es que raramente surgen poetas políticos como lo fue el tabasqueño Carlos Pellicer.
Fue oriundo de Villahermosa donde nació en 1897, en su juventud partió a estudiar a la ciudad de México donde trabó amistad con jóvenes intelectuales con los que formó un grupo al que le llamaron Contemporáneos, junto con Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, el cordobés Jorge Cuesta, entre otros. Pero lo que marcó la juventud de Carlos Pellicer fue la amistad con José Vasconcelos que lo nombró su Secretario Particular durante los años de gloria del Ministro de Educación de Álvaro Obregón. De hecho, Pellicer admiraba sin distingos a tres personajes cruciales en la historia de América Latina: Simón Bolívar, José Martí y al propio Vasconcelos.
De manera que estamos ante un poeta dual capaz de elaborar un poema de carácter filosófico como “Mi voluntad de ser no tiene cielo”, y al mismo tiempo ser un romántico consumado como se aprecia en “Elegía nocturna”. Sin embargo, aquí lo importante es destacar su poesía comprometida, no con los sentimientos humanos sino con la transformación social y política de su entorno, quizá el ejemplo más claro de ello fueron sus “Líneas por el Che Guevara”, en donde a contrapelo de sus amigos del grupo de Contemporáneos que condenaba la revolución cubana, Pellicer junto con otros intelectuales de izquierda se lanzó en apoyo del movimiento armado en contra del Imperio. En ese poema histórico y fundamental en la obra de Pellicer se lee:
“Era la llama andante de la Revolución. Es la llama en la mano de todos nosotros. Era el hombro que sostiene la tempestad. Es el árbol desnudo de todo fruto ocioso”.
“Su muerte viva nos llama a todos, es la llama que anuncia el fuego nuevo, es la participación necesaria y dichosa para no morir de sueños”.
Carlos Pellicer también le dedicó sonetos a Benito Juárez y a otros personajes de la historia de México, su pasión por el pasado lo llevó a estudiar las ruinas arqueológicas de La Venta y de Teotihuacan, de hecho, en algún momento de su vida se dedicó de lleno al arte museográfico.
El legado literario de Pellicer merece un reconocimiento, en cambio, su legado político ha cobrado una vigencia insospechada. Por eso se dice que si Pellicer viviera con la 4ª T estuviera. Cuando era Senador de la República tenía la costumbre de recibir a jóvenes estudiantes provenientes de Tabasco y ayudarlos económicamente para sostener sus estudios, también ideológicamente les cultivaba el espíritu, uno de esos jóvenes, su alumno más avanzado, es actualmente Presidente de la República, que cada que puede elogia y reconoce a su maestro, el gran poeta y político tabasqueño Carlos Pellicer.