Sandra Jennyfer Giraldi Hernández, morena clara, pelo ondulado, ojos risueños y unos perfectos dientes blancos, desapareció el 14 de septiembre del 2012 cuando salió de su casa en Marina Nacional -al norte de la ciudad- a la Universidad de Xalapa a sus clases de inglés. La joven universitaria, entonces de19 años, no alcanzó a llegar al aula. Durante casi ocho años y medio, su madre, Graciela Hernández Tenorio de 52 años, se había abstenido de hacer público su caso, teme -con razón- la estigmatización de la prensa: “Luego ponen que los desaparecidos andan en malos pasos, que se van con el novio, que andan metidos en drogas”.
Pero Sandra Jennyfer es una niña de su casa, salió del bachillerato Constitución de 1917, entró a estudiar Contaduría y Finanzas en la UX, siempre preocupada por no llevarse una materia, estaba por pasar al segundo semestre. En las reglas de la familia Giraldi Hernández, Sandra ni siquiera tenía llaves de su casa, tenía que tocar en su propio domicilio, para que sus abuelos o su madre evaluaran como y con quien llegaba: “No tenía permiso ni de ir a una pijamada”.
El día que Sandra desapareció, su madre, Graciela Hernández estaba convaleciente. Había perdido la visión en el ojo izquierdo, por un desprendimiento de retina. Con un parche en el ojo, Graciela salió con su esposo a buscar a su hija, en el Ministerio Público de la calle Miami en la colonia Progreso, el agente le dijo: “Este tranquila, con calma, al rato aparece, su hija debe de andar por ahí con el novio”. Lo que ignoraba el servidor público de la Procuraduría General de Justicia, es que el novio, un contador de la tienda Chedraui de Plaza Crystal también estaba enfocado en la búsqueda de su novia, con quien ese mismo día también tenía una cita a las siete de la tarde y tampoco llegó. Esa misma tesis de que se había fugado con el novio, también fue replicada por la entonces Oficial Secretaria de la Procuraduría, Julissa Suarez.
“No quisieron tomar mi denuncia hasta que pasaron las 72 horas, perdimos horas valiosísimas. Cuando por fin abrieron la denuncia me prometieron que boletinarían la foto de mi hija a patrullas y cuarteles inmediatamente. Estuve días y días parando patrullas y preguntándoles si ya tenían la ficha de mi hija, los policías solo negaban con la cabeza, fue desesperante, si realmente hubieran querido encontrarla, en los primeros días la habrían encontrado”, lamenta.
Aún no van cinco minutos de entrevista y Graciela Hernández rompe en llanto, recuerda que la meta inmediata de su hija, Sandra Jennifer era concluir la licenciatura, trabajar profesionalmente y recompensar a sus padres por la educación dada. La carpeta de búsqueda de la joven que hoy tendría 27 años, ha pasado por cuatro fiscales, por una decena de policías ministeriales. A nivel gubernamental, Veracruz ya ha tenido tres gobernadores y el país tres presidentes contando la gestión en curso de López Obrador.
“Solo le grite, escúcheme”
El 15 de junio del 2020, el presidente, Andrés Manuel López Obrador tuvo una reunión de seguridad con militares, funcionarios del gobierno de Veracruz, entre ellos, el mandatario estatal, Cuitláhuac García, así como fiscales, policías federales y estatales en el Batallón Militar del Lencero. A la salida, un centenar de familiares de desaparecidos esperaban ser atendidos por el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, presentes también una treintena de periodistas y una decena de médicos reclamando insumos para atender la pandemia por Coronavirus.
López Obrador salió como copiloto en una suburban negra con blindaje seis, primero hizo un gesto corporal de “abrazo” y una tímida sonrisa. Gesto en los labios que desapareció a los tres segundos, cuando los familiares de desaparecidos reclamaban que se bajara el presidente de la camioneta. Cara adusta, desencajada, mirada extraviada, cuando vino el grito incómodo: “Con la mama del Chapo sí, con nosotras no”. Entre empujones y golpes, guardias presidenciales y empleados del gobierno de Veracruz le abrieron paso a la camioneta del Ejecutivo Federal para que tomara camino por la autopista que conduce al puerto de Veracruz.
En la rebatinga se encontraba Graciela Hernández, con la ficha de su hija Sandra Jenifer colgando del pecho y con las manos agitando para captar la mirada del presidente, éste volteó a verla medio segundo y apenas hizo un ininteligible gesto. Volvió a girar la vista al frente, sí, hacía la carpeta asfáltica para huir de ahí.
Con la mano derecha, Graciela pegó con fuerza en la ventanilla: “Escúcheme, escúcheme presidente; usted me prometió que me ayudaría a que regresara mi hija”. Y nada, la indiferencia al otro lado del espejo diestro. Graciela volvió a insistir, con todas sus fuerzas golpeó el vidrio blindado con su mano derecha y nada, un guardia presidencial le machuco los dedos para “quitarla de ahí”. La camioneta donde viajaba el presidente casi le arrolla un pie.
“Yo solo quería que me escuchara. No hay desaparecidos de segunda, ahora tal pareciera que solo se enfocan en los de Ayotzinapa y no en los demás; yo llevo buscando ocho años a mi hija, no tengo tranquilidad. Él antes de que tomara protesta nos mandó a traer a México, hubo una reunión con familiares de desaparecidos de todo el país, fue en Tlatelolco (septiembre 2018), nos dijo que la búsqueda de nuestros hijos sería prioridad, no ha cumplido. Lo dijo en discurso, pero no hay acciones”.
“Mi mayor miedo”
Graciela Hernández va pausando sus palabras, pide disculpas, es la tercera vez que rompe en llanto. Recuerda que cuando a su hija se la llevaron, meses antes desaparecieron varias jovencitas no solo en Xalapa, sino también en Coatepec, Xico y ni se diga el Puerto de Veracruz. Hernández repara que en los últimos días de noviembre del 2011, 13 jovencitas fueron desaparecidas, el gobierno del entonces priista, Javier Duarte de Ochoa se hacía que aquí en Veracruz no pasaba nada.
La madre de Sandra Jennifer tiene un “miedo enorme”, con los años avanzando, con una pandemia en curso, con la inseguridad y violencia en Veracruz, teme morirse sin saber que paso con su hija.
“Nuestros hijos jamás serán olvidados. Mi hija tiene un nombre, un apellido, una familia, si alguien del gobierno piensa que nosotros vamos a dejar de buscar, están muy equivocados. Todos los días le ruego a Dios que me ayude a saber dónde está Sandra”.
Graciela Hernández lleva ocho años formando parte en colectivos de desaparecidos, se muestra harta de ver pasar policías ministeriales y fiscales, quienes en cada gobierno empiezan de cero la búsqueda.
“A nosotros hay policías ministeriales que nos han visto la cara. Les hemos tenido que dar dinero, pues siempre pretextan que no pueden hacer búsqueda si no tienen ni para la gasolina”.
El 2012 fue uno de los años más álgidos y violentos en Veracruz, en ese año fue asesinada la periodista de la revista Proceso, Regina Martínez Pérez en el interior de su domicilio; cuatro periodistas aparecieron desmembrados en el canal de aguas negras de la Zamorana en Boca del Río, en el norte, centro y sur de la entidad hubo balaceras en centros comerciales y una férrea disputa entre integrantes de Los Zetas y un grupo delincuencial identificado como “Gente Nueva”, una veintena de policías estatales fueron privados de la vida y medio centenar puestos a disposición de autoridades federales por qué se descubrió que policías se encontraban al servicio del crimen organizado.
Graciela Hernández espera que la actual Fiscalía deje de prestar atención solo a los casos nuevos de desapariciones y volteen a ver a los que ocurrieron en el sexenio del panista, Miguel Ángel Yunes y en el del priista, Javier Duarte, pues Hernández apela que su hija no tenía que haber desaparecido: “Mi hija estuvo en el momento y en la hora equivocada”.