Coatepec, Ver. Por Benito Jiménez.- «¿A dónde emigraron las palomas?» o «Nostalgia Azteca» eran los títulos a escoger para esta publicación, pueden ver claramente cuál escogí, aunque entenderán el otro más adelante.
Eran cerca de las tres de la tarde del día de hoy cuando ingresaba por la parte norte a la «terminal de los azteca», sí es que todavía se les puede llamar así; ¡Oh sorpresa¡ la perplejidad me cayó encima sin saber que la nostalgia la aplastaría segundos más tarde, aquel sitio de reunión de miles de personas se había convertido en un chatarral de autobuses o «fierro viejo».
Sin llantas, sin ventanas o solo esqueletos quedaban de aquellos autobuses viejos que fueron sistema de transporte por muchos años para tantas almas.
Seguí mi camino pensando qué había ocurrido y cuántos años tenía que no pisaba aquél lugar, cuando vi los baños que se utilizaban y que nunca se distinguieron por su higiene (por lo menos las pocas veces que los usé) y que se encontraban cerrados.
Aún no veía señales de vida en aquel lugar, salvo las pequeñas hierbas o maleza (característica de lugares abandonados) que crecían junto al corredor de aquella vieja estación de autobuses. Aquél pasillo era obstruido por viejos neumáticos y un tanque de plástico cuadrado de esos que usan los huachicoleros.
Aquél sitio me recordó de alguna manera dos de mis primeros videojuegos del play station one: Silent Hill y Resident Evil, aunque también se me vino a la mente alguna sección de algún campo de gotcha.
Pasando esos obstáculos pude apreciar los primeros signos de vida humana en aquel lugar: una pareja [hombre y mujer ( en éstos días ya hay que aclarar qué tipo de pareja)] se divisaba y pude ver que cargaban un bebé, digo cargaban porqué no presté atención si era el o ella quien cargaba al infante ya que en ese preciso momento la nostalgia caía encima de mi como lo mencionaba anteriormente: aquella terminal estaba muriendo.
Después de pasar aquellos viejos andenes que seguían siendo ocupados por autobuses ahora inservibles pude percatarme que el bebé era cargado por su padre.
Aquellas tristes escenas me llevaban cada vez más al pasado, lo primero que recordé fue a mi madre tomándome de la mano para no perderme entre la multitud; déjenme describirles la escena: gente entraba y salía, cruzaba , abordaba, un puño de gente corría hacia el número anunciado por un altavoz de bocina en mal estado, ya que los primeros en llegar ocupaban los mejores asientos, mientras que los últimos tenían que ir parados todo el transcurso del viaje y algunos de éstos duraban dos o más horas, todo esto sin mencionar que aún existían los que se iban en la coronilla, de allí surgía la adrenalina que se adueñaba de los pasajeros. Además de todo lo anterior había pueblos en los que solo había dos o tres corridas en todo el día, por suerte para nosotros había muchas o las suficientes.
Volteo a ver a mi madre con su hermoso pelo largo para convencerla de comprarme unas Sabritas en el pequeño puesto de metal que está al fondo en el que por cierto vendía muy caro, pero ¿Quién en su sano juicio se arriesgaba a ir a una tienda sabiendo que en cualquier momento anunciarán la salida del autobús en aquella terminal donde predominaba el fuerte verde y claro? era mejor comprar caro y deprisa.
Para poder llegar a ese puesto (sabiendo que había convencido a mi madre, aunque no del todo ya que ella me «catafixiaba»casi siempre las Sabritas por galletas o gelatinas ) tenías que pasar entre pasajeros, operadores, gelatineros, boleros o algún otro vendedor; ya casi al llegar a mano derecha se encontraba una pequeña capillita de la virgen de Guadalupe, la cual estaba adornada de acordé a la fecha y la mayoría de las veces permanecía así hasta la siguiente fecha, por ejemplo en septiembre la adornaban con banderas y permanecía así hasta todos santos, ( a mi me gustaba cuando la adornaban en navidad) dicha capilla era visitada principalmente por los operadores quienes pedían sus plegarias.
Regresé un poco del pasado y más tranquilo tome asiento en una de aquellas viejas bancas de madera a las cuales ya no les queda mucho futuro, mientras buscaba más señales de vida, mi vista se dirigía al segundo piso donde años atrás se apreciaba a los operadores pero principalmente al «anunciador» o «boletero» o cualquiera que haya sido su nombre, pero no se veía nada ni nadie a través de aquella ventana rota.
Todo lucía abandonado, aquellos dos puestos de metal al fondo ( por cierto olvidé mencionar que después de unos años ya eran dos) estaban cerrados cual si hubieran sido clausurados.
Por fin apareció una quinta persona en aquella escena, en la puerta del segundo piso; el susodicho se encontraba sin camisa con tal comodidad de casa sin preocupación alguna, minutos más tarde sabría que aquél sujeto sin camisa era el operador.
Dos aves llegaron en ese momento y me transportaron de nuevo al pasado, dos palomas una negra y una blanca.
¿Cómo pude haber olvidado las palomas?, me gustaba y me gusta alimentarlas aunque en aquellas fechas era muy celoso de mis papas fritas o galletas. Me atrevería a decir que un centenar de palomas o pichones como les llamaba de pequeño, adornaban aquella estación y esquivaban a la gente con mucha destreza mientras eran alimentadas por chicos y grandes.
¿A dónde emigraron las palomas?
Mi preocupación por las palomas en ese momento era más grande que el tiempo de espera o el aguacero que un par de horas atrás el taxista que me transportaba había anunciado.
Y es que para mí, ese par de palomas no representaban al cien por ciento un par de aves y enseguida les explico porqué: la ausencia de palomas significaba la ausencia de gente, la ausencia de gente significaba la posible quiebra de la Sociedad Cooperativa de los Azteca.
¿Qué le pasó a los Azteca?
Si me piden mi opinión, yo diría que todo comenzó con algunos cobradores en complicidad con los choferes , ¿Quién de sus usuarios no viajó alguna vez sin boleto?, Algunas veces por ahorrarse y algunas otras por no discutir con el chófer o cobrador quien te ofrecía ahorrarte un par de pesos mientras él se llevaba mucho más de la mitad. Esto representaba grandes pérdidas para la empresa, la cual creo que dudó en contratar más supervisores si es que tenía algunos, aún así creo que la empresa pudo haber resistido sino fuera por el surgimiento de los «taxis de pueblo» (que hasta la fecha funcionan como colectivos) los cuales ofrecían un mejor servicio y menos tiempo de espera a los viajeros quienes no dudaron en usarlos.
Tres personas más llegaban por el tanque de huachicoleros, no se porqué me alegró de alguna manera, eran dos mujeres y un hombre quienes no tardaron en tomar asiento en los maderos con polilla a solo tres o cuatro metros de mi.
Una de las mujeres se acercó a la madre del infante y hablaban sobre la hora de salida del único autobús en buen estado ( el cual también olvidé mencionar) que estaba justo frente a mí, era un NOVACAPRE VW con las iniciales «ATAZ» en los costados.
Para suerte de la palomas un señor con carretilla llena de botanas apareció en el deteriorado pasillo ( sí, también apareció por el tanque cuadrado de huachicoleros) y pudo realizar tres ventas (yo representé una venta para el señor que contaba con 50 años aproximadamente) , yo opté por las papas fritas caseras, está vez no estaba mi madre conmigo así que tuve que pagar yo.
Mientras yo y las palomas disfrutábamos de las papas fritas sin sal, dos palomas más llegaron pero fueron ahuyentadas por la paloma negra y mientras se alejaban quise hacer una comparación entre los ATAZ y el SUX (quienes por cierto están tratando de ayudar a los ATAZ al cubrir algunas rutas, viéndolo de una manera positiva) dónde aquellas dos nuevas palomas representaban al SUX y por lógica las dos primeras a ATAZ, como no encontré rápido buenos argumentos perdí el interés en la comparación.
El sujeto que se encontraba en el segundo piso bajó usando ya una camisa blanca que caracteriza a los choferes abordando el NOVACAPRE número 12 o 112, no pude ver el número muy claramente porque estaba ya dentro del autobús y algo me impidió apreciarlo aunque el boleto decía 112 solo vi un 12 por el parabrisas.
Así quedó vacía la vieja y deteriorada estación, el autobús se alejó con 7 pasajeros y las palomas se perdieron de mi vista.
P.D. El taxista tenía razon, el aguacero comenzó por la crystal.
Benito Jiménez Martínez